Las obras de la variante de la N-340 se ralentizan por la coyuntura económica
El arranque de la variante de la N-340 a su paso por el Maestrat en el término de Peñíscola u otros puentes y pasos a nivel están siendo, a falta de otra utilidad, espacios donde realizar grafittis por parte de los aficionados al spray. A la ya de por si tétrica imagen de una enorme estructura de hormigón, puentes, vigas y pasos subterráneos a un futuro vial que no existe en su paso por Benicarló y Peñíscola, se le añaden lemas como ‘zombie’, lo que le aporta un ingrediente más desolador.
Las obras de la variante de la N-340 prosiguen a un ritmo mucho más lento, tras los retrasos introducidos por los sucesivos gobiernos, el último del PSOE. La obra –de apenas 18 kilómetros pero que debe acabar con la mortalidad y los puntos negros de Benicarló y Vinaròs- se anunció con un coste de 100 millones de euros y debía estar en funcionamiento en 2010. A tenor de la coyuntura económica su inauguración podría retrasarse más todavía.
En el enlace de la futura variante con la N-232 hacia Morella es donde ahora se concentran los trabajos. Paralelamente las alternativas a la peligrosidad de la N-340 como la continuación de la CV-10, el rescate de la AP-7 o los trenes de cercanías, que evitarían muchos desplazamientos por carretera, siguen igual. Igual de mal.