En una charla sobre la huella de los Templarios en Benicarló apunta que la ermita de Sant Gregori de Benicarló la creó el Temple sobre 1300, pocos años antes de la disolución de la orden
El Maestrat pudo ser en el siglo XIV la referencia mundial de la Orden del Temple una vez perdida la Tierra Santa. Fue una de las teorías enunciadas por Juan Bautista Simó, historiador y cronista de Peñíscola y gran conocedor de las órdenes militares medievales. En una charla pronunciada ayer en la Penya Setrill de Benicarló, el docto profesor tras el estudio de numerosa documentación y evidencias históricas todavía hoy visibles, apuntó a la hipótesis que Peñíscola fuera etapa de descanso para la peregrinación valenciana y del sur de la Península hacia Santiago vía Tortosa “donde naves de todo el Mediterráneo acudían incluso hasta Tortosa, para subir por la vía del Ebro hasta Santiago”.
En su opinión “Peñíscola debió ser un centro espiritual del camino, tenía el hospital de Santa Caterina desde donde la gente partía a Tortosa con la hipótesis que la ermita de Sant Gregori de Benicarló fuera un punto de atención a la espiritualidad y los peregrinos”, añade Simó. Desde Benicarló se dirigían a Càlig por una variante de la Vía Augusta hasta Tortosa. De hecho hay constancias históricas de una derivación de la Font de la Salut de Traiguera hasta Peñíscola.
Territorio templario
Una vez perdida la Tierra Santa y los cuarteles generales de San Juan de Acre y tras unos años de desconcierto por Chipre, la Orden adquirió el convencimiento que Peñíscola podía ser su capital y por eso se esmeraron en disponer de mucho terreno, comprando todo el término municipal y también el de Culla, por la astronómica cifra de medio millón de sueldos.
Simó apuntó a la importancia que adquirió entonces el agua a través de ríos, norias y acequias, para poder disponer en la plana de Peñíscola, Benicarló y Vinaròs de muchos árboles frutales con los que comerciaban y transportaban por la vía marítima. Los remanentes económicos eran llevados a Tierra Santa. También disertó sobre el “ponsil”, una especie de sidra muy ácida, que se cultivaba en la zona, con la que producían una bebida energética con vino, el jugo de la fruta en maceración y hierbas medicinales, canela y especias que consumían los peregrinos en su camino hacia Santiago. Uno de los objetivos de la orden era ayudar y colaborar con el cristianismo y, como no, con aquellos que hacían el camino. En la época la ganadería era de vital importancia ya desde la época musulmana, algo materializado en los despoblados de Irta, Binalaroz y Benicarló o el comercio de la sal.
Entre las marcas todavía hoy existentes de aquella época se hallan el ábside de la ermita de Sant Gregori de Benicarló y las frajas grisas y blancas de significado muy mágico que vieron en Tierra Santa y trasladaron aquí. Simó explicó que el agua bendita de la ermita iba a buscarse a una zona de la Rioja por la que pasa el camino y donde todavía hoy hay mucha devoción por San Gregorio.
Hoy en Benicarló son visibles el escudo del gran Maestre de Aragón, Cataluña y Provenza, fray Ramon Patot, en la calle Mayor, distinta heráldica de fray Berenguer de Cardona en escudos de distintos siglos, ábside de Sant Gregori, en un fragmento de peiró que estaba en la entrada de Peñíscola hallado en el interior de una pared. También proyectó fotografías de un anillo de la Orden de Montesa, sucesora del Temple, un dado de plomo, del mausoleo de un destacado templario hallado en el pavimento de la Ermitana de Peñíscola o un sello de plata de Berenguer de Cardona.