“No dejé de sentir un gran respecto por la misteriosa selva, por lo desconocido y también hacia la gente ancestral que la habita”
La Amazonía abarca una extensión de 6.700.000 km². Y su vasto territorio abraza a nueve países. El mayor pulmón del mundo y está catalogada como una de las siete maravillas que contiene nuestro maltrecho planeta. Un bosque tropical repleto de diferentes especies de animales y plantes que la hacen enormemente atractiva para quienes desean una inmersión total en una naturaleza en estado puro que te aproximaba hasta hace pocos años a lo más parecido que existe a una geografía a penas maltratada por el ser humano. Un benicarlando, David Martínez, sintió la llamada de este territorio inhóspito y hace unos meses, viajaba has la Amazonía en un periplo que le dejó marcado para siempre. De aquella experiencia jalonada por múltiples experiencias nació un libro gráfico que ya puede encontrarse en las librerías. En nuestra localidad, puede encontrarse en Raquel Papers. David se fue con un cuaderno de anotaciones que fue utilizando a lo largo del viaje para “retratar” todo aquello que observaba o le llamaba la atención, “me propuse anotar cada momento en un bloc de notas con varios bolígrafos para no olvidarlo”. Ahora planea volver.
¿Qué es lo que tiene de especial la Amazonía para que te haya seducido tanto?
Lo cierto es que desde bien niño cada vez que mi padre ponía documentales de animales que trascurrían en la selva o reportajes de la vida de algunas tribus me quedaba embobado viendo los diferentes lugares. Ya entonces sabía que un día los querría recorrer. En cuanto a la Amazonía, nunca dejó de sorprenderme, pero tampoco se descifrar a ciencia cierta qué es lo me atrapa exactamente a esos lugares. Una de las cosas más bonitas que me dijeron unos chamanes en el interior de la selva cuando les formulé esa pregunta fue que, tal vez, mis ancestros dejaron tareas pendientes y soy yo quien he venido a terminarlas. Me pareció algo muy bonito.
En la primera incursión viajaste solo. ¿Qué te llevaste en la maleta?
En mi equipaje no faltaba principalmente la ilusión y las ganas de encontrarme con aquello que para mí era un sueño, pero al que me estaba aproximando. Aun así, no dejé de sentir un gran respecto por la misteriosa selva, por lo desconocido y también hacia la gente ancestral que la habita. Mi equipaje era más bien ligero de ropa, contenía un equipo fotográfico como equipaje de mano, anzuelos y nilón, una navajita multiusos y algunas pastillas potabilizadoras de agua, además de un botiquín muy bien elaborado y donado por la farmacia El Cid de Benicarló a la que le estoy sumamente agradecido. Además, me propuse anotar cada momento y no olvidarlo en un bloc de notas con varios bolígrafos. Aunque viajé siempre solo me reencontré con compañeros con los que compartiría bongo (embarcación) alimentos, vivencias, risas y también alguna lagrima.
Lo que encontraste al llegar, ¿superó tus expectativas?
La primera vez que viaje al estado Amazonas de Venezuela, sentí que me adentraba en aquella selva virgen de la que muchos hablan como el pulmón vegetal del planeta, incluso el olor a la flora que la habita se iba transformando a medida que el bongo avanzaba y la vegetación iba cambiando a tonos verdes con las aguas rojizas y el silencio conseguía que la misteriosa selva cobrara vida. Es cierto que se me quedó una espina clavada por no poder haber llegado a conocer a los Yanomami, pero por tiempo, dinero, e inexperiencia no pude lograrlo esta vez. Las expectativas fueron alcanzadas, pero algo en mi interior me pedía más. No me sentía insatisfecho, pero la Amazonía me dio a entender que aquel no era el momento, así que, sin forzar la situación, decidí volver.
¿Qué es lo que más te asombró de esta última incursión?
Nada más llegar a la profunda selva y ver las comunidades Yanomami lo que más me impactó es ver esos rostros milenarios de la etnia, tan asustadizos como emocionados, con rasgos muy marcados, además de los utensilios con los que perforan sus rostros. Es algo que a mí, desde mi infancia, me ha dejado sin parpadear.
Hace un tiempo que están de moda los viajes exóticos o retos como escalar el Everest, ¿crees que estos lugares “sensibles” pueden peligrar por un exceso de turismo?
Es cierto que los destinos exóticos se están poniendo de moda, pero te aseguro que lo que yo vivo cuando me desplazo hasta allí no es un viaje vacacional. No duermes en ningún resort como puede haber en Maldivas, en Bali o en zonas más exóticas. Se trata de vivir como ellos y aprender de ellos, porque no vamos a enseñarles nada, el único miedo que siento es la deforestación que la minería ilegal está causando, porque realmente toda la evolución y trasformación que se vive en este territorio les está llegando, aunque es obvio la vida es eso, evolución. O te adaptas o mueres.
¿Cómo has vivido la noticia de los incendios en el Amazonas?
La noticia me pilló a tan solo unos pocos kilómetros del incendio. En ese momento estaba realizando una expedición por la Colonia Angamos con la etnia de los Matses o Mayorunas cuando me comentaron que en la frontera con Bolivia se estaba quemando todo el territorio. No me lo podía creer, que algo tan sumamente importante para el ser humano como es la vegetación y la fauna que abarca toda la selva la estuviesen quemando, presuntamente intencionadamente, por intereses de los gobiernos. Me entristeció mucho ver las redes sociales volcadas en ello y encontrarme a una distancia muy corta, me dolía pensar en esas comunidades indígenas que habitan allí.
¿Por qué decides expresar tu vivencia en el Amazonas en un libro?
Siempre me gustó expresar mis sentimientos en papel, y a pesar de ser cocinero de profesión tuve la necesidad de escribir, así que sin saber qué saldría de ello, en mi equipaje incorporé mi libreta y un par de bolígrafos y fui escribiendo una especie de diario, un cuaderno de bitácora y anécdotas que vivía o hechos que me iban contando. Sentía que debía expresar todo aquello que tan feliz me hacía para que tal vez, algún día alguien pudiera sentirse identificado conmigo.
¿Qué ha supuesto para ti poder publicar tu experiencia?
Me siento un poquito más completo al haber realizado una tarea tan compleja como es escribir un libro, llevarlo a una editorial para que todo aquello que en el cuaderno estaba medio amontonado recobrase color y forma. Para mí ha sido, además, un reto personal del que me siento feliz. Dentro de unos años podré de nuevo, con tan solo abrir unas páginas, sentir de nuevo que estuve allí.
¿Qué es lo más destacado del libro?
Podría decir que es un libro de lectura cómoda, por usar un vocabulario normal. Se trata, al fin y al cabo, de un diario muy fresco, del día a día del viaje en el que se habla de lugares tan espectaculares como remotos. Si además le introducimos el apartado fotográfico que te permitan casi oler ese lugar, sentir esas miradas ancestrales o incluso transportarte aquellas ceremonias de medicinas ancestrales como es el Yopo, creo que es un libro que vale la pena.
¿Dónde se puede adquirir?
Decidí darle una salida algo más amplia porque al tratarse de un libro que habla de una selva enorme que abarca Venezuela, Brasil y Colombia es probable que gente de allí estaría también interesada en adquirir alguno. Así que la editorial me ofreció esa opción. También existe la opción de tener el libro electrónico. En cuanto a su venta aquí en la comarca, se vende en Raquel Papers. Allí les tratarán muy bien y si los lectores lo desean podré incluso firmarles un ejemplar si surge o incluso comentarlo tomando un café en la misma librería.
Creo que estás preparado otro viaje… ¿Que te llevaras esta vez que no te llevaste en el primer viaje? O, ¿qué dejaras?
Me propuse no abandonar el Amazonas y por lo menos cada dos años plantear un viaje. La situación y la logística necesarias no lo ponen fácil, por ello los permisos dejan acceso a cinco personas de todo el planeta. La próxima incursión será en noviembre de 2020… te apuntas? En cuanto a dejar algo en casa, sí que sucede que una vez estás allí te preguntas que para que has llevado tanta cosa, como ropa, el trípode de la cámara de fotos o barritas proteínicas. Claro que luego llega el día y llenas el equipaje con todo lo que se te ocurre “por si acaso”. Esta vez no creo que coja ya ni papel ni bolígrafo porque mi intención era escribir mi viaje y mi encuentro con los Yanomami y ya sucedió. No pretendo una continuación, sino disfrutar al máximo.